Pese a ser un concepto corriente, la empatía se enfrenta a bastantes malentendidos. Algunos creen que esta habilidad es inalcanzable o difícil de perfeccionar, lo que ha suscitado algunos mitos en torno a la empatía.
Estos son los tres mitos que Zaki ha desmontado:
Mito número 1: la empatía es un rasgo
Realidad: la empatía es una mentalidad, no un rasgo de la personalidad. Pese a la importancia de nuestra genética, nuestras experiencias también cuentan, por lo que ambos factores se unen para formar nuestro lado empático. Y la empatía es algo que puede seguir perfeccionándose; es parecido a entrenar y ganar músculo: nuestra capacidad de atención y comprensión se puede hacer crecer. Puede conseguirlo con distintos tipos de meditación; inmersión en relatos, novelas y juegos y mediante el desarrollo de amistades diversas.
Mito número 2: podemos saber por lo que están pasando nuestros compañeros
Realidad: al igual que un músculo, la empatía puede debilitarse cuando no se utiliza en todo momento. En el lugar de trabajo en especial, los músculos de la empatía pueden atrofiarse cuando las personas ganan poder.
Los directivos a menudo alcanzan sus puestos porque pueden entender a las personas y conectar con ellas, pero al estar en dicha posición, también pueden perder el sentido de la empatía, lo que da lugar a lo que Zaki denomina «una paradoja de poder». Esta paradoja puede provocar puntos ciegos de empatía entre los equipos, en los que los a quienes están en el nivel superior les cuesta comprender las experiencias de los demás simplemente porque han perdido las herramientas necesarias para ganar perspectiva. Para resolver esta paradoja, los directivos no solo deben imaginar la realidad de la otra persona, sino que también deben aprender acerca de la suya propia. Deje de hacer suposiciones y empiece a hacer preguntas.
Mito número 3: la empatía es una actividad en solitario
Realidad: las personas tienden a copiar los comportamientos positivos de quienes les rodean. La empatía no es ninguna excepción, lo que quiere decir que perdura a través de las culturas y no de una sola persona.
Zaki ha trabajado con 857 alumnos de séptimo curso de cuatro escuelas secundarias del Área de la Bahía de San Francisco para comprobar esta teoría. Su laboratorio ha sometido a estos estudiantes a un estudio de normas de empatía, y les ha convencido de que la empatía es popular, normal y genial para ver qué pasaba cuando este grupo se formaba una opinión colectiva y positiva en torno a ella. Cuando la empatía se convertía en una norma social, la motivación de las personas por ser empáticas era mucho mayor, lo que generaba un comportamiento amable, apreciable y generalizado.
Si el comportamiento empático se celebra, puede volverse contagioso.